jueves, 26 de julio de 2012

FEMINICIDIO EN EL ESTADO DE MÉXICO


Una variante del vocablo genocidio, que “comprende cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal; estos actos comprenden la matanza” es el de feminicidio “un neologismo creado a través de la traducción del vocablo inglés femicide y se refiere al asesinato evitable de mujeres por razones de género…  dentro de la esfera de la violencia contra la mujer, pero también toma otras formas” Ambas definiciones de la Wikipedia son conceptos lejanos, hasta que la realidad cercana se contrasta con las cifras oficiales, con las noticias recientes, con las posiciones públicas, con la indiferencia del gobierno, con los correos de voz, y con la macabra posición que ocupa el sur del estado de México, en la criminal y vergonzosa relación nacional, de mujeres muertas, donde Tlatlaya es el primero y Tejupilco tercero lugares, por asesinatos en términos relativos,  por cada 100 mil mujeres.
Una profusa investigación de Humberto Padget y publicada en la revista Emeequis (no. 219 abril-2010) ya había alertado de este terrible fenómeno. Con base en  información de la Secretaría de Salud del Gobierno Federal, para el periodo 2000-2009. Los resultados indican que el recuento comprende el asesinato de 12, 636 mujeres en todo el país, de las cuales 2,881 han sido cometidos en el Estado de México, contra 408 en Ciudad Juárez, donde esta práctica aberrante, ha llevado a ser conocida mundialmente como “las muertas de Juárez”.
Sin embargo, los hechos ocurridos en las ultimas tres semanas, tras las elecciones que le dieron el triunfo virtual al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, han alertado nuevamente a la sociedad, de los vicios y perversiones que se han instaurado como forma de dominio y control en la entidad. Han recordado, además que Peña Nieto es señalado de utilizar la violencia en contra de las mujeres de San Salvador Atenco; de ser al menos sospechoso por omisión, de la muerte de su esposa Mónica Pretellini; de paternidad irresponsable e incluso, acusado en los medios telenoveleros que tanto encantan a este mal-hombre, mal-padre y mal-esposo, de emplear violencia física en contra de su actual esposa, “la Gaviota
Es el estilo estatal, “mi gusto es regional” Es una vergüenza nacional, que localmente se premia, festeja y presume. Es la seguridad en la impunidad total, como en el caso reciente, degradante de la violación tumultuaria de jovencitas que acampaban en la región del “Colibrí” al oriente del estado de México, hace unos días, tanto como la exhibición frente a las cámaras de TV de los “culpables” y la “explicación” (parecía fascinado con el relato) del Procurador del estado de México,  del modus operandi de los bestiales y cobardes atacantes. Por la misma razón Rocío García Gaytán, presidenta del Inmujeres, catalogó de discriminatoria la afirmación del procurador del estado de México, Alfredo Castillo, respecto a que muchas de las mujeres asesinadas “ni siquiera eran originarias” de la entidad. Es la forma que adopta el feminicidio mexiquense, arropado, solapado y tolerado por los mismos legisladores que ahora “claman” por la “castración química”… ¡no tienen madre!
Son los casos de Jessica Lucero de 14 años de edad, vecina de Ecatepec, quien tras ser violada y vejada por Carlos García Sanjuán, alias “El Quico”, de 22 años de edad, el pasado mes de junio y pese a la declaración de la victima y la probable identificación de su agresor, los ministerios públicos y elementos policíacos que se encontraban presentes solicitaron a la familia dos mil pesos para “agilizar las investigaciones”, según denunció la madre de la joven asesinada (que ahora pide protección por amenazas de los familiares de este imbecil). Un mes después de la denuncia, esta jovencita fue encontrada muerta en un lote baldío de la colonia El Parque.
El horroroso expediente de Jessica se une a otros de fechas recientes: Entre el 24 de junio y el 6 de julio, en Ecatepec aparecieron tres cuerpos de mujeres quemados y desmembrados, mientras dos hombres estuvieron a punto de ser linchados por los rumbos de la unidad FOVISSSTE y la colonia Altavilla, por vecinos indignados, que los capturaron tras abusar sexualmente de otras dos mujeres, una de ellas, menor de edad.
Tampoco se puede dejar de mencionar en estos momentos de indignación y alarma social el extraño caso de la detención y posterior fuga del asesino confeso César Armando Librado Legorreta, alías “El Coqueto, al que se le acusaba de haber perpetrado al menos ocho asesinatos de mujeres en la zona del Estado de México. Ni de los innumerables casos de mujeres desaparecidas, de la negligencia en la aplicación de protocolos de identificación, del destino de mujeres muertas sin identificar y de la obstinación del estado de México, a no apegarse y acatar las disposiciones derivadas de la sentencia conocida como “Campo Algodonero”, emitida en contra del Estado mexicano por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, para que elabore bancos de datos genéticos, de las mujeres enviadas a la fosa común.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de México (que no hace absolutamente nada, excepto duplicar y estorbar la procuración de justicia) informó que desde 2005 hasta agosto del año pasado, 672 mujeres fueron asesinadas con alevosía y ventaja, muchas de ellas tras ser torturadas y violadas. Nueve de cada 10 asesinatos quedaron sin castigo.
Sin embargo, para quienes vivimos en el Estado de México y particularmente quienes somos vecinos sureños, las cifras resultan más escalofriantes. Por cada cien mil mujeres, los indicadores del asesinato de mujeres arrojan que el promedio nacional es de 2.4 mujeres y que si en Juárez este indicador asciende a 6.4, en el Estado de México, 100 de los 125 municipios presentan índices superiores al promedio nacional. Que la media de todo el Estado de México es casi el doble del promedio nacional con 4.1, pero que el municipio de Tlatlaya observa el indicador más alto de todo el país, con 12.2 mujeres asesinadas por cada cien mil mujeres, seguido por Nopaltepec con 9.8 y Tejupilco ocupa el deshonroso y triste tercer lugar, con un promedio de 8.9 mujeres muertas por estas causas.
El horror resulta aun mayor, en el sur del estado de México, cuando es sabido, aunque es callado por complicidad, por miedo, por costumbre, que existe otra forma de violencia en contra de las mujeres sureñas. Es feminicidio también, porque las intenta destruir, atenta contra su género y su ser humano. Se trata del acoso sexual y la corrupción personal, que es una práctica pervertida, maligna y permitida, tolerada. Es una forma incalificable de agresión común en las escuelas, por los maestros, los directivos, son los burócratas, y son los funcionarios públicos que a cambio de calificaciones, oportunidades, becas, empleo, cerveza, vino y licores, doblegan y someten, envician y destruyen a muchísimas mujeres adolescentes y jóvenes, indefensas, solitarias, ante estos arteros ataques. O peor aun, algunas, patéticamente comprobable, terminan fascinadas por ser parte de las fantasías que tocan y cantan las letras de la música que ameniza sus pachangas decadentes…


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