El propósito de este ensayo es
recordar. Invitar al lector a filosofar. Hacer de las preguntas el camino a las
respuestas. Detenerse un poco y pensar ¿quiénes
somos? ¿dónde estamos? ¿a dónde vamos? ¿Por qué?, o la más urgente de las
preguntas, ¿nuestra voluntad es la que gobierna
nuestras vidas? O que si ¿somos dueños de nuestras acciones desde el principio?
No obstante, la primera pregunta existencial debería estar ligada a la muerte,
para empezar.
Porque parece que lo que menos
existe hoy en día en México son preguntas, todo apunta a certezas, cuando la reflexión categórica: ¿qué es el hombre
sino el animal que pregunta y que seguirá preguntando más allá de
cualquier respuesta imaginable?... como
tampoco la máxima “solo sé que no sé nada”. Sin alardes o exageraciones, me
parece que México se ha convertido en un modelo único en el mundo, donde el
pensar se ha desechado y se ha coronado sobre la sociedad nacional la norma de
creer, la obligación de creer, “solo sé que hay que creer sin dudar” parece ser
el nuevo himno nacional. Es el tránsito
de la Dictadura Perfecta -Mario Vargas
Llosa- hacia la Perfecta Dictadura.
El tema es muy extenso, me concentraré en el aspecto que trata sobre la
educación, la mala educación que ha convertido a la sociedad mexicana, en una ciudadanía
que obedece y que ha olvidado que la razón de la humanidad es pensar, es decir
preguntarse. Me parece que el gran experimento mundial que se ensaya en
nosotros, los mexicanos, el modelo que hay que describir, es la relación a la
que se ha llegado entre el dominio de los medios de comunicación, los
electrónicos principalmente, Televisa de manera específica y el control
político que ejerce sobre la población, cada día de manera más avasalladora. Nada
representa mejor la historia de corrupción, de sociedad entre el poder político
y el dinero, la opacidad de la vida pública, la concentración de poder, dinero
e influencia que Televisa. Surge como sociedad entre un ex presidente y un
empresario de la radiodifusión, opera como un monopolio, censura, miente,
bloquea, desobedece, recibe condonaciones, asume tareas propias del Estado,
integra su lobby legislativo, elige candidato, lo impulsa y en la pasada
elección presidencial, sin duda fue pieza determinante para que Enrique Peña
Nieto asumiera la Presidencia de México.
La hipótesis por demostrar es que Televisa es responsable y beneficiaria
de la Mala Educación que caracteriza a la sociedad mexicana. ¿Qué significa Mala
Educación? Aquella que educa a los ciudadanos a obedecer y se encarga de
impedir que se enseñen a pensar. ¿Cómo lo hace Televisa? De múltiples formas,
es la programación, son los contenidos, pero creo que la relación de
subordinación de México ante los EUA que comienza tras la firma del Tratado Comercial
(TLC), marca una carrera que Televisa ha aprovechado sin desmayo, entrando en
sociedad con dos instituciones fundamentales en la educación nacional: el
Magisterio Público y la Iglesia Católica. Cada una por su lado y también en
programas conjuntos, Televisa (en menor medida TV Azteca y ya en pacto entre
ambos) el Magisterio y la Iglesia Católica han educado a la gente en México a
creer, a no preguntar, a repetir.
Pensar es filosofar y el momento político nacional desprecia a la filosofía,
le reprochan ser «cosa de niños», adecuada como pasatiempo formativo en los
primeros años pero impropia de adultos hechos y derechos. Son tiempos de ver
para adelante, de progresar y tener éxito, lo demás son tiquismiquis
filosóficos, es el decir generalizado que se extiende como la humedad salitrosa.
Los mexicanos enfrentamos un viejo dilema planteado y discutido hace muchos
siglos, narrado en uno de los Diálogos platónicos, en voz de Cálleles, quien sostiene que lo verdaderamente justo, digan lo que quieran las
leyes, es que los más fuertes se impongan a los débiles. Y Calicles, encarna a
los Doctos profesores públicos, quienes dicen que no ven
nada de malo aparentemente en enseñar filosofía a los jóvenes, aunque considera
el vicio de filosofar un pecado ruinoso cuando ya se ha crecido. No hay que
olvidar que Sócrates fue condenado a beber la cicuta, sentenciado por corromper
a los jóvenes atenienses. No exagero al comparar este momento trágico de la
humanidad, con la situación imperante en México: “no te compliques la vida, no
seas negativo, hay que ser propositivo”, son algunas de las muletillas verbales
que enarbolan los mentores de nuestra infancia, y los apologistas de la
desesperanza asumida como inevitable, sin olvidar en ningún momento acudir a
las consabidas fortalezas emocionales, el clásico Dios te bendiga, las gracias
a Dios. Pensar es dudar, dudar es preguntar, preguntar es buscar respuestas, responder
es encontrar, es entender y significa despertar.
Que una persona con cara de extranjero se siente en el jardín de Tejupilco
y usando un letrero advierta de guerras apocalípticas, y de las bendiciones
contenidas en ese libro folclórico y mentiroso que le llaman Biblia, es bien
visto en los tiempos campantes del miedo y la ignorancia. En cambio, que una
persona se proponga ver las cosas de otra manera, como por ejemplo la relación
entre las guardias armadas michoacanas y las guardias civiles que en Ucrania han
depuesto a Víctor Yanukovich, resulta vandalismo y barbaridades. Proponer una
sociedad sin escuelas, imaginar “there’s no haven, it’s easy if you try
(Imagine The Beatles), que el Chapo no es el Chapo o que la música de Paco de
Lucia amansa a las fieras, hoy resulta cosa de locos.
Tal parece que existe uniformidad, que en la época actual, la de los
grandes descubrimientos técnicos, en el mundo del microchip y del acelerador de
partículas, en el reino de Internet y la televisión digital... a la pregunta ¿qué información podemos recibir
de la filosofía? La única respuesta que nos resignaremos a dar es la que
hubiera probablemente ofrecido el propio Sócrates: ninguna. Entonces ¿para qué pensar? si parece que todo está
dicho ya: existe Dios, que es tu creador, la Democracia es el Gobierno
perfecto, privatizar los recursos
estratégicos generara empleos y estos producción, y la producción ingresos y
los ingresos poder adquisitivo, para que haya compras de bienes que te permitirán
alcanzar la felicidad. Pensar solo existe siempre y cuando arroje beneficios monetarios.
Un filosofo de nombre Thomas Nagel, citado en “Las Preguntas de la Vida”,
por Fernando Savater plantea que “La principal ocupación de la filosofía es
cuestionar y aclarar algunas ideas muy comunes que todos nosotros usamos cada
día sin pensar sobre ellas. Un historiador puede preguntarse qué sucedió en tal
momento del pasado, pero un filósofo preguntará: ¿qué es el tiempo? Un
matemático puede investigar las relaciones entre los números pero un filósofo
preguntará: ¿qué es un número? Un físico se preguntará de qué están hechos los
átomos o qué explica la gravedad, pero un filósofo preguntará: ¿cómo podemos
saber que hay algo fuera de nuestras mentes? Un psicólogo puede investigar cómo
los niños aprenden un lenguaje, pero un filósofo preguntará: ¿por qué una
palabra significa algo? Cualquiera puede preguntarse si está mal colarse en el
cine sin pagar, pero un filósofo preguntará: ¿por qué una acción es buena o
mala?”
Convertido en un país de consumidores, receptor de basura tecnológica,
bombardeado día y noche con mensajes agobiantes sobre la felicidad nacional,
con la educación en manos de operadores políticos magisteriales, México
enfrenta el reto de pensar, de recordar que la filosofía no brinda soluciones
sino respuestas.
Árbol de sangre, el hombre siente, piensa, florece; y da frutos insólitos: palabras. Se enlazan lo sentido y lo pensado, tocamos
las ideas: son cuerpos y son números. Octavio Paz