Cuando llegue a Tejupilco hace
seis años, busque en el periodismo una manera de participación social y
comercial. No pensaba en labores de tipo educativo ni desarrollar un perfil político, o menos, tratar de influir en la organización y los
gobiernos sureños. Fue un ejercicio interesante de promoción, de un negocio de
restaurante que estuvo en operación por espacio de tres años, el Restaurante La Misión Me resulta
simpático recordar, en algo que ahora veo como producto del ensayo y del error,
que comencé a publicar unas contribuciones en un medio de comunicación, que la
experiencia me enseño que era sumamente primitivo -fueron en total una docena
de columnas- y que estaban dirigidas a mostrar a los nativos del sur
mexiquense, la importancia de la gastronomía, a introducir a la población de
Tejupilco y Amatepec, Tlatlaya y Luvianos, principalmente, en el mundo del buen
comer y mejor beber.
Quiero compartir ahora, en esta
casa editorial, una selección editada de aquellos ensayos, que relacionan el placer
del comer con la alimentación, de igual manera que el erotismo es a la
sexualidad, o la poesía con la información. Es el estilo y el gusto.
ORÍGENES DEL FAST FOOD EN MÉXICO La
comida rápida es todavía un estilo nuevo para la mayoría de los mexicanos. La
proliferación irreversible de espacios donde conseguir una amplísima gama de
alimentos es increíble. El negocio de la fast food llegó para
quedarse. Antes no era así. Recuerdo como en 1986 se inauguró la primera
franquicia de MacDonald's, sobre el Anillo Periférico, por supuesto en la
colonia Polanco y claro que en la
Ciudad de México. Y doy por asentada la ubicación del primer
eslabón de los posteriores tratados comerciales-internacionales, porque fue todo
un acontecimiento social, reservado exclusivamente para la clase media urbana
de altos ingresos. Durante semanas la gente se agolpó fuera del restaurante en
espera de saborear una Big Mac, una Cajita Feliz y una bolsa de papas. Era un
momento memorable, porque la apertura de este concepto gastronómico-comercial
representaba la derrota anticipada de los precursores autóctonos del estilo de
comer americano: Burguer Boy, Tom Boy, Shakeys, Mr. Kelly's.
Las hamburguesas con papas, las
milk shakes, los sundaes y las pizzas, legadas a salvo en un país sin prisa,
recuerdos de la época del rock & roll, eran testigos impávidos de la
apertura de sus anteriores mercados exclusivos. Los asépticos restoranes de
mesas de formaica, grandes ventanales y colores brillantes del blanco al
naranja, el amarillo y rojo, no tenían forma de competir contra consorcios
mundiales expertos en maximizar mercados y minimizar costos. El uso de la
publicidad, promociones, precios, estructuras integrales de compra-venta eran
toda una novedad. Nunca se había visto algo así. México comenzaba a
involucrarse en otro tipo de economía, otra forma de hacer negocios, con la
comida y con todo lo demás.
Actualmente las poblaciones
urbanas ven con naturalidad los centros comerciales, repletos de ofertas
diversas: cafeterías, tacos, sushi, gyros, cócteles, jugos, pollos... todo,
todo lo imaginable se presenta al instante, en paquete. Hasta tamales, los
elitistas tamales de la Flor
de Liz, los de la Condesa ,
también se mercan al momento, con atole, en plazas, en kioscos.
Feroz competencia en contra de
tantísimos puestos de comida: los tacos de carnitas, barbacoa, buche, nana,
bistec, al pastor, quesadillas, tostadas, que de pata, de tinga... La
supervivencia de los más aptos, originales, en servicio, por calidad. Tarde o
temprano las resistencias se van a derrumbar y el consumidor estará dispuesto,
entusiasmado a recibir un excedente, un plus por su dinero.
Mejor gordo que de risa y no flaco que de lástima