INVITA AL CICLO DE CONFERENCIAS
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DEL
LIBRO Y LA EDICIÓN EN MÉXICO
Marina
Garone Gravier
Este miércoles, hemos escuchado
una extensa e intensa Conferencia y conversado en seguida, con la Maestra
Garone. En cosa de una hora discurrimos por tres siglos de ediciones en la
Nueva España, incluyendo algunas acotaciones a otros Virreinos de la Metrópoli
Real, como el de Nueva Granada y la Capitanía General o Reino de Filipinas.
La
exposición del tema se dividió en cinco partes: la Caracterización de las ediciones; la Imagen y tratamiento de las mismas; La Composición y la tipografía empleada; el Cuidado de las ediciones; así como aquellos factores que no pertenecen
propiamente los libros impresos pero que corresponden también a la edición de
los libros.
Después se procedió a la exposición de las obras que se usaron como ejemplos, en cada uno de los cinco puntos en que se dividió el análisis, de acuerdo a las partes que componen propiamente los libros impresos, a saber: portadas, frontispicio, preliminares, introducción, texto, índice, y colofón.
Un tercer aspecto de la Caracterización Estética de los Impresos Novohispanos, que se utilizó en la explicación, fueron los diferentes periodos en el tiempo: es el Periodo inicial, el de Consolidación, el periodo Barroco, de Diseño austero, y finalmente el Periodo Ilustrado.
Todos
ellos con diferentes características precisamente en los elementos que se
incluyen en cada una de las partes de los libros: texto, imágenes, decoración,
tipografía, pie de imprenta, datos legales, fechas, marcas de impresión (se
mencionó que únicamente tres impresores utilizaron marcas de agua que los
identificaban a cada uno de ellos: Antonio Espinoza, Enrico Martínez y Diego
Fernando Leal), tasa o precio de costo (estipulado por el Consejo de Indias),
abundancia o austeridad en el diseño editorial.
En la Conferencia se hizo mención de tres cosas que me parecieron de singular importancia: el problema de la falta de correctores capacitados y con experiencia suficiente para llevar a buen término la impresión de los libros. Por otro lado, la mayor participación de los indios en el trabajo de la imprenta en el transcurso del Siglo XVI y luego la disminución de esta participación, hasta llegar a ser casi nula, al mediar el siglo XVIII. El tercer punto, nada grato, fue conocer la opinión despectiva que se tenía, dijeron en el video, de la capacidad lectora de los indios, que la sintetizaban con una caracterización de “ladino” a los indígenas y con el añadido “ni se acuerdan”
Me gustaría comentar que yo tuve la fortuna de tener una educación muy paternalmente severa, que siempre me hizo mucho bien. Que una de las primeras manifestaciones de esa disciplina de mi querido Padre fue “sentenciarme a trabajar en mis vacaciones porque era un hijo muy rebelde”… tenía apenas ocho años y el “castigo” fue meterme a trabajar a la Imprenta Esther de Don Luis Barrales, que se encontraba exactamente frente a la casa donde vivíamos como familia… Un privilegio que me salvaba de las faenas domésticas que me atildaba mi querida Madre y me introducía al mundo del taller, trabajadores, horario, premios y castigos, raya, en los diferentes departamentos: “cajas”, encuadernación, offset, cuchilla, corrección y estilo… Lo seguí haciendo por muchos años… pero recurro a mi experiencia y anécdota, porque son muchos los conceptos que se han mencionado en estas Conferencias, particularmente en esta de la maestra Garone y me pregunto ¿si los demás asistentes a estas sesiones tendrán una idea de tantas cosas que se exponen y explican?
Finalizaré
este control, mencionando la definición de Tesoros, que se hace a los Libros Coloniales y
además, considerar que todos ellos son verdaderos “cofres” llenos de señales,
notas, claves y estrategias que requieren indispensablemente de una traducción,
de descifrar aspectos tanto filológicos como ecdóticos, para poder entender y
llevar a cabo la interpretación, cuidado y conservación de los manuscritos que
conocemos y tenemos a la fecha: de los cuales 86 son libros impresos en lengua
vernácula, con 523 ilustraciones y solo dos de ellos son
bilingües –español y náhuatl- a saber: el Relato Guadalupano o Nican mopohua que pertenece al Huei
tlamahuizoltica, cuyo autor sería Antonio Valeriano en 1649. El otro es el
“espantoso” Catecismo del Padre Ripalda,
traducido y publicado en la Nueva España
por el sacerdote Ignacio Paredes en 1658.
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