Como lo adelante en la contribución anterior,
haré de la reseña de La Ley
de Herodes, un ejercicio de la memoria, un desafío a esa parte de la sociedad
que deliberadamente trabajo por el retorno del PRI al gobierno de México; y
para estas tierras sureñas, alejadas e ignorante –en su gran mayoría- de la
historia, la información y la conciencia política, como material de reflexión (reflejarse en un
espejo) antes que el destino previsible y anticipado nos alcance. Pero primeramente
regreso al mismo inicio de la columna pasada en que abordé la película del
Crimen del Padre Amaro, donde denuncie la desaparición de Ruy Salgado @el5anto,
fundador desde hace un año, del medio
alternativo de comunicación llamado El 5antuario. Cabe señalar que este blog
concentra más de 50 mil seguidores en Twitter; siete mil suscriptores en
Facebook, mientras que sus videos han sido reproducidos más de seis millones de
veces en Youtube, y su blog ha sido visitado en más de 24 millones de
ocasiones. Argumentos mas que suficientes para que, ante el retorno del PRI,
haya sospechas justificadas de que la desaparición de Ruy, esté relacionada con
la restauración de la
Dictadura-PRI.
Existe un paralelismo entre la
desgracia que le ocurre a Ruy y a toda la comunidad de las redes sociales, con
el origen de la Ley
de Herodes, cinta filmada en 1999 por Luis Estrada. Entonces, el filme no fue
bien visto por las autoridades encargadas de la difusión cinematográfica en
México y se intento que fuera sometida al filtro de la censura. Aún se vivía
bajo la dictadura del PRI y se avecinaba un año electoral decisivo. A pesar de
ello, la presión de la ciudadanía consiguió que La Ley de Herodes fuera exhibida
en carteleras. Para muchos, la visión de esta cinta tuvo un impacto
significativo en el sufragio del voto que desgraciadamente se confió a Vicente
Fox y toda la parte conservadora, reaccionaria, tonta y aldeana de México, que
durante los últimos doce años destrozo el Estado político mexicano. La
carnicería desatada por el segundo titular de la Presidencia , el
usurpador Calderón, acabó por orillar a otra parte de la población a
elegir-vender-regalar por miedo e ignorancia, su voto –fraude, robo y usurpación, mediante- para el retorno del
PRI, en la figura telegénica –hecho por y para la TV- de Peña Nieto. Que es el
gran cambio entra La Ley
de Herodes ambientada en 1949 y El te Chingas o te Jodes versión 2012.
Por cierto, un anécdota
relacionado con esta película, es el de un día que me hicieron una visita a un restaurante que
tenía en Tejupilco (La Misión )
el Cabildo en pleno del Alcalde en turno, y la reacción de uno de los
integrantes cuando vio proyectada en las pantallas de los televisores del
recinto esta cinta, dijo “usted, como que siempre nos ataca mucho”… Es la
versión nativa de la Ley
de Herodes. Porque esta obra del séptimo arte, “puede considerársela como una
de las grandes películas mexicanas de los últimos cuarenta años, no solamente
por su calidad y humor irónico y mordaz, sino también por haber influido en
muchos votantes para destronar del poder al partido hegemónico al cual retrata
de cuerpo entero, con todos sus vicios, defectos y contradicciones. Lo que
llama poderosamente la atención es la capacidad de síntesis de la que hace
gala, pues refleja fielmente el estilo de gobernar priísta, las relaciones
internas de poder en el partido, sus reglas para llevar a cabo la sucesión de
los gobernantes, su forma de relacionarse con la iglesia, con la oposición y
con los Estados Unidos, y de cómo mediante el autoritarismo y la corrupción, el
PRI, el gobierno, el estado y sus instituciones, llegaron a convertirse en una
y la misma cosa. Y todo, con la finalidad de consolidarse no sólo en la cumbre
del sistema político mexicano, sino de constituirlo en exclusiva” (Wikipedia).
Aun más importante que la
historia misma y las extraordinarias actuaciones de los protagonistas, es la
manera en que son abordados los símbolos del poder y la obediencia a lo largo
de la trama. La Ley
de Herodes es todo un festín simbólico de nuestra clase política, tan corrupta
y arrogante que nunca habla con el pueblo. En toda la película, los indígenas
no profieren palabra alguna, el pueblo es mudo. Es la divisa, es el estilo, es la Ley de Herodes que vemos diariamente
en territorio mexiquense. El pequeño pueblo es además un escenario micro de las
acendradas luchas entre partidos, iglesia, empresarios. Y Vargas, a pesar de
llegar con propósitos diferentes, termina por entender la consabida frase: que
te haga justicia la revolución. La comedia sube de tono, del humor casual, al
negro, al drama, para finalizar en la tragedia: nuestra tragicomedia mexicana. Damián
Alcázar (Varguitas: el clásico burócrata lambiscón y agachado) lleva la carga
narrativa mostrando la lenta y terrible metamorfosis de la ingenuidad a la
locura.
El episodio de la pistola y la Constitución , refleja
nuevamente la esencia simbólica de la cinta, que es la misma que la del sistema
político que retrata: la capacidad de ejercer violencia y la de administrar la Ley. El Estado es así reducido
a una herramienta de coacción al servicio de unos pocos frente a la gran
mayoría. La pistola posibilita a Vargas intimidar a la población y la Constitución , así como sus
reinterpretaciones y particulares añadidos, le permite imponer multas, crear
nuevos impuestos y obtener recursos de la gente. La misma Constitución es
utilizada en la película para guardar el dinero recaudado, símbolo del uso
corrupto que se hace de ella.
Hay que resaltar que Luis Estrada
es autor del guión y de la producción, además de la dirección de la película
mexicana que denuncia la impunidad en la que vive la clase política. Es el
político corrupto, que lejos de ser castigado, es protegido y tapado,
garantizándose entre unos y otros la permanencia en el poder. En un momento de
la película se afirma: ''El reto para nuestro partido, por el bien del país, es
estar en el poder por siempre y para siempre". A pesar de las diferencias
de partido, la película sostiene que unos y otros son lo mismo, y en este ácido
retrato, el poder eclesial también está implicado, negociando y sacando
beneficio del mismo modelo de corrupción. Pero la película también permite
observar la otra cara del sistema de corrupción generalizado, la cara de los
pobres sobre los que se sustenta todo este modelo. En el caso particular del
pueblo de San Pedro de los Saguaros resulta que la mayoría de la población, de
origen indígena, no habla español porque no hay escuelas y viven en una
situación de extrema exclusión social. Se trata de una población sobre la que
se construyen discursos de modernización y progreso, los que justifican
infraestructuras y planes de desarrollo, cuando no posibilidades de negocio. Idénticamente,
pero de manera dialéctica, en el tiempo presente, el PRI ha conseguido que la
población mexicana sometida en los ámbitos estatales donde se ha impuesto, sean
gente muda y analfabeta, funcionalmente en términos de los lenguajes de la
modernidad, la conciencia, informática, matemáticas. La sociedad bajo el PRI ni
sabe leer ni sabe pensar.
Basada en la obra de Jorge
Ibargüengoitia “La Ley de Herodes y otros cuentos”, la versión cinematográfica
constituye una de las criticas mas demoledoras en contra de un sistema
corrupto, venial, sometido a los gringos, asociado con el clero y en equilibrio
conjunto con la clerigalla, el conservadurismo ramplón y todas las estructuras
corruptas que forman parte del “sistema” que son la mafia y cuya “filosofía” es
resumen y compendio de lo peor que existe en México: ¡El que no tranza no
avanza! ¡Ahora si me saliste más cabrón que bonito! ¡Te tocó
la ley de Herodes, o te chingas o te jodes! ¡Están jodidos porque
quieren! ¡Ah que mi licenciado, igual que los demás, na’ más llegandito y ya
quiere su mordida! ¡Un político pobre, es un pobre político!
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