lunes, 11 de julio de 2011

ATENTADO A LA CULTURA

El asesinato en de Facundo Cabral resulta inexplicable en base a una lógica natural, que no entiende el homicidio como razón política, ni justifica ningún asesinato por causas accidentales, por hechos delincuenciales o por guerras contra o entre narcotraficantes. Atentar contra la vida de otro, siempre es practicar con el homicidio particular, una suerte de suicidio social que ha comenzado a ser parte del carácter nacional, porque Guatemala es como si fuera México.

“No soy de aquí ni soy de allá. No tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color, de identidad” La muerte de un ser humano, mujer, hombres, niños o ancianos siempre es una tragedia cuando esta llega de manos de un asesino. El desprecio por la vida, el bestialismo por dirimir las diferencias imaginarias con la desaparición física del otro es inhumano. Es abandonar la política como el arte superior de imponer la voluntad de unos sobre otros, con el expediente imbécil de eliminar a los adversarios. Es hacer del imperio de la guerra, del uso indiscriminado de la violencia, del escalamiento total de la fuerza, el sine qua non del causis belli, sin el cual no puede existir.

Esto es lo que pasa ante nuestros ojos, exactamente así. La condición sin la cual no puede existir las fantasías del liberalismo, de los acuerdos comerciales, de las leyes del mercado, todas y cada una de las frases construidas para mitificar la realidad obtusa del despotismo oligarca, intentan ocultar los sentimientos que animan verdaderamente a este sistema de dominación y control: las esenciales son incesto, parricidio y codicia, que menos sonoras, igualmente perversas se traducen en adulterio, homicidio y robo. Son los garantes, estandartes de la sociedad yanqui, tan adorada por la gente sureña que ha sido infectada en el andar por esos caminos, exclusivamente preparados para quienes nacen con la frente marcada por la condición de esclavos naturales, los peores, los ricotes, los prostituidos.

“Me gusta andar, pero no sigo el camino. Porque lo conocido ya no tiene m misterio” Una muestra clara de la naturaleza esclava de la mayor parte de la sociedad sureña, es el desprecio por la cultura y todo aquello que podría salvar de la imbecilidad manifiesta a los adoradores del vellocino de oro, del dólar, del interés. Quienes se santiguan con el “In God we trust”, asumiéndose como yanquis autóctonos, sin entender la realidad del “The trust is our God” Y por eso vivir en jacales maltrechos pero pasear en vehículos ostentosos. Por eso no saber leer ni pensar correctamente pero si usar gadgets y sonidos, vestidos relamidamente, sin mas justificación que la apariencia y lo naive. Que mejor ejemplo que los Curso de Verano, una práctica de mas de tres décadas en las ciudades y en cambio un ejercicio que apenas unos cuantos se atreven a experimentar en el Sur Mex, siempre y cuando sea a unos precios ridículos, dispuestos a pagar. El mismo curso en la misma institución del gobierno del estado de México en Ciudad Neza vale $500 (tengo en mis mano el volante promocional) en cambio, Tejupilco solo acepta pagar $150. Pero eso si, llega la feria regional y se dilapida el ahorro social, en demostraciones de la peor expresión cultural, la de mas baja calidad y a precios exorbitantes. Cunden los malos ejemplos.

Por supuesto que las consecuencias sociales de esta mala educación, del desprecio de la cultura, son las demostraciones de incivilidad reinantes. Cada tabique colocado en las plazas de toros y gallos se convierten en conductas tales como: los conductores que no ceden el paso, que no saben manejar ni siquiera meter reversa. La gente que no aprende a platicar y socializar entre los vecinos si no es a fuerza de gritar y aullar supuestamente de contento. A destruir y hurtar lo que se puede de la vía publica. “Me gusta el vino tanto como los flores y los amantes…”

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