jueves, 8 de septiembre de 2011

11-S

Entre al local cerrado de la distribuidora de revistas en Toluca. El viaje desde Temascaltepec, lo hice en compañía de un amigo y lo aprovechamos para platicar. No sabía nada hasta que vi en el televisor encendido, colgado del techo, imágenes que parecían sacadas de una película. Al preguntar que había pasado, el siempre abusivo encargado del expendio mascullo, como si nada, que habían sido “bombardeadas las Torres Gemelas, el Capitolio, el Pentágono y la Casa Blanca”
Siempre me ha parecido que el gremio de los voceadores es muy desagradable, en razón de su condición marginal y su pertenencia a un sindicato importante y combativo. A pesar de vender información, viven profundamente desinformados y parecía que no entendían lo que estaba sucediendo, frente a sus narices. Alcé los brazos, el puño cerrado y grite ¡que a toda madre!... ¡hurra! Entonces sí, el encargado, un “pocho” originario de Tijuana, se digno levantar el testuz de su cabeza, abrió tremendos ojotes, dejo escapar babas de su boca entreabierta, antes de reclamarme la osadía de festejar el “putazo” a los gringos… Nadie imaginaba en ese momento lo que vendría después. Menos hacer conjeturas o especulaciones, sobre el origen de los golpes a los iconos imperiales.
Realice mis compras apresuradamente y retorne al pueblo a ver una y otra vez, en todos los canales que podía sintonizar el SKY, el alcance y la veracidad de lo que sucedió en ese día. Pegado a la computadora, no dude en marcar el número telefónico que conectaba el Internet de entonces. Al lado de un par de amigos igualmente azorados, pudimos ver desde el espacio sideral, las imágenes que se pudieron “bajar” a través de satélites, y observar de manera increíble, hasta los movimientos de la gente en ese día, en la hasta hoy llamada: zona cero. Al cumplirse 10 años del ataque a esos objetivos de alto impacto mediático, ya no tengo dudas de que el 11 de septiembre del 2001 me equivoque, porque en realidad fuimos testigos todos en el mundo, de un autoatentado.
Veamos lo siguiente, cuya historia empecé a escribir una semana después de ese día, hace una década. “Vendetta es el nombre de una película, cuyo tema trata sobre una conspiración fabricada por norteamericanos, para apoderarse del negocio propiedad de ciudadanos de origen extranjero. Basada en un hecho real, ocurrido a finales del siglo XIX en el puerto de Nueva Orleáns, donde inmigrantes italianos habían organizado el comercio portuario y dos empresarios controlaban la importación de productos, la recepción y distribución. Además de una estupenda administración, las empresas de los italianos contaban con gran cantidad de mano de obra que viajaba al nuevo continente desde la lejana Sicilia. Las empresas crecían gracias a la conjugación de trabajo confiable, barato y excelente administración. Pero todo cambio en 1890 cuando los norteamericanos originarios, los yanquis decidieron no tolerar que los forasteros hicieran negocio en el territorio que consideraban solo de ellos. Presionando de múltiples formas, amenazas, provocaciones, chantajes, sobornos, al ver que no hay forma de desplazar a los italianos, deciden apropiarse del negocio a cualquier costo. El asesinato de un jefe policíaco, alto como una torre, perpetrado por los yanquis y luego la inculpación de los italianos, específicamente a los dueños de las empresas controladoras, es la causa que justifica la arenga pública para combatir contra los de esa raza o los que se parezcan. No obstante que los acusados fueron declarados inocentes, los yanquis no se contuvieron y movieron los sentimientos de la población güera, blanca, protestante y de origen sajón (les llaman WASP por sus siglas en ingles, que significa avispa) para sacar de la cárcel a los todavía reos y lincharlos públicamente. El resultado fue que las empresas de estos masacrados pararon en manos de los causantes del complot: los yanquis.
Otro suceso todavía más conocido fue el asesinato del Presidente Kennedy en 1962. Víctima de otro complot que solo se pudo probar en el terreno de la cinematografía. Los yanquis decidieron que el negocio de la guerra era mucho más importante que la vida de un Presidente que se oponía a ella y consecuentemente, decidieron eliminarlo. Cabría también recordar que la última ocasión en que nuestro país México, afrontó un conflicto bélico, durante la segunda Gran Guerra, fue propiciado por el hundimiento de dos buques nacionales: el Faja de Oro y el Potrero del Llano, supuestamente torpedeados por submarinos alemanes, aunque ahora se sabe que fueron los gringos, quienes se encargaron de echarlos a pique.
Muchos ejemplos más se pueden contar en la historia del imperio estadounidense que jamás se ha contenido en sus ansias de expansión y dominio con un solo fin: la ganancia monetaria. Por ahora solo se puede afirmar con seguridad, que los sucesos ocurridos el 11 de septiembre de 2001, fueron propiciados por fuerzas originariamente norteamericanas. Bien sea directamente o a través de grupos armados por los mismos gringos, como es el caso de Bin Laden, para otros fines, en otros tiempos. Cabría preguntarse ¿quienes resultaron beneficiados por los atentados? ¿Cuál fue o es el objetivo estratégico, de este descomunal golpe táctico?
Han salido a la luz pública en prensa escrita y televisión nuevos datos que relacionan, por ejemplo a Larry Silvertein, propietario de la Torre Siete del Complejo WTC, con el arrendamiento de las Torres Gemelas, apenas 6 semanas antes de los atentados del 9/11 y la contratación de seguros contra ataques terroristas, que le represento el cobro de una prima superior a 7 mil millones de dólares. Este mismo sujeto, además tenía contratada una empresa dedicada a la seguridad interior del complejo WTC, propiedad de Marvin Bush, hermano del Presidente George. Se especula que el derrumbe “impecable” de las Twin Towers no se debió a los aviones que se estrellaron contra los edificios, sino a la acción de un proceso físico-químico denominado “termita”, que debilita y funde el acero estructural. Además que no existe otra explicación para entender el derrumbe de la Torre Siete, varias horas después de la caída de las Torres 1 y 2. Se ha reconocido que en esa Torre Siete, se encontraban la Comisión Nacional del Mercado de Valores (que investigaba el fraude de ENRON y los fondos para la campaña de George Bush) un Comando de Emergencia para Ataques Terroristas y sobre todo, el Servicio Secreto de los EUA. Ahora se duda que el Vuelo 93 fuera abatido sobre Pittsburgh, por la acción “heroica” de los pasajeros y si por un avión de guerra. Quizás lo mas sobresaliente es que el Pentágono no fue impactado por ningún aeroplano, del cual nunca se registraron evidencias y si por un misil”.
“Cualquiera que tenga dudas sobre el colapso de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 conoce el síndrome. Las dudas son sobre el “colapso”: el derrumbe de las Torres Gemelas y del rascacielos 7, no ha recibido una explicación adecuada. Eso no hay que perderlo de vista. Cualquiera puede examinar el voluminoso expediente de pruebas… en el sitio, www.ae911truth.org.” (Alejandro Nadal en La Jornada 7-09-2011)

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