jueves, 2 de enero de 2014

LA HORA DEL ADIOS



¿Porqué escribo esto y ahora? Bueno, a diferencia de Carlos Fuentes yo si me psicoanalicé  durante diez años, pero al igual que él, descubro en esta etapa de mi vida que los “demonios, que los tengo, los exorcizo escribiendo”
He reunido una gran cantidad de documentos y escritos sobre la Radio, porque es un tema que me apasiona, porque llevo muchos años trabajando en torno a su definición, importancia económica, historia, origen, conceptos y porque con la muerte de Don Pedro “El Mago” Septién, se abre una razón para analizar el papel de este importante medio de comunicación en el estado de México, que en los últimos 30 años prácticamente ha estado estancado: si en 1977 registraba la presencia de 8 estaciones que transmitían en amplitud modulada (AM) y solo dos de frecuencia modulada (FM), para 2013 se tienen noticias –según la CRIT- de la presencia de nueve en AM y solo cuatro en FM en toda la entidad.


Más el tema quedará para después, porque la verdadera promotora de mi interés por el radio, mi Madre, acaba de fallecer el día de ayer, primero de año de 2014, al despuntar el alba y prefiero recordar algunos pasajes de ella, Graciela Ruiz Cervantes, de la mano de Pedro “El Mago” Septién.

Fue a través de mi Madre que entendí a la radio como un fenómeno social, un generador de ingenios, de artistas, fundador de talentos, de comienzos y de historia. Mi Mamá fue una mujer precursora de una generación de jóvenes estudiantes. Graduada con honores en la antigua Cámara de Comercio, recuerdo tanto su foto de Generación, ataviada con un uniforme tipo marinero, elegante, con guantes blancos –era la moda y aun continua este diseño en esa institución- tanto como sus cuadernos de caligrafía, donde me enseñe a escribir trazando una y otra vez bolitas, palitos, y letras manuscritas.

Me platicaba mi Mamá, que al salir de la escuela no dejaba de ir al edificio de la XEW en las calles de Ayuntamiento de la Ciudad de México, y contemplar el paso de artistas de la talla de Pedro Infante, Silvia Derbez –la artista a la que mas admiró, repetía siempre, Mi Mamá-  Mauricio Garcés, Blanca Estela Pavón, de Pedro Vargas. Me contaba, con vívida emoción como se arremolinaba la gente que descubría en los mensajes radiados un nuevo género de vida, de productos para el consumo, deportes, información. Ella siempre me aseguro que el mas “guapo” de todos los actores que conoció, fué Jorge Negrete y que el que mas mal le caí era Agustín Lara, sobre todo al saber, que tras el antiguo canal del drenaje, donde terminaba la ciudad en la década de los 50’s, justo en el sitio donde se erige actualmente el Congreso nada Honorable de la Unión, en San Lázaro -a unos metros de donde se asentaba la casa de los abuelos, donde vivimos al principio de nuestra historia familiar- cuenta, que de noche acudía un automóvil de lujo, era el “Flaco de Oro” quien compraba mariguana a los habitantes de aquella “ciudad perdida”, la Candelaria de los Patos. Seguramente que entonces, Agustín Lara, el de las canciones poéticas, de las melodías encantadoras, no se imaginaria que en el estado de Arizona, a partir del primer minuto de este 2014, la venta de mariguana para “consumo recreativo” seria permitida y libre.

La fascinación por los relatos de mi mamá me hicieron pronto un adicto a la Radio y a diferencia de los tiempos en que ella la escuchaba a través de grandes sinfonolas, me toco a mi vivir en la época de los transistores y con un pequeño aparatito, de no más de diez centímetros cuadrados de tamaño, por una pulgada de ancho, soñar y vivir con varias cosas muy precisas: una era la música de los Beatles que “La Pantera” pasaba tres veces al día y otra era la transmisión del beisbol, en la hora mágica, las 7:30 de la tarde y allí conocí y aprendí de otro gran Maestro del que abreve y del que espero nunca deje de seguir enseñando a las nuevas generaciones,  lo que es el buen decir, el ingenio y la economía de la palabra. Me refiero al “Mago Septién” quien se adelanto a mi Ma, pues murió hace cosa de una semana atrás.

Eran memorables las crónicas de radio narradas por estos Maestros. Dicen que fue Emilio Colombo, en 1967, quien “bautizo” a Pedro Septién Orozco, El Mago, el último de los grandes cronistas deportivos del siglo XX: “En cualquier momento suelta la frase para dar lugar a la estupefacción… Efectivamente, El Mago era un prestidigitador de la palabra, capaz de hacer juegos y trucos verbales a partir de un hecho real que era integrado por Septién a un discurso en el que combinaba veracidad con fantasía, dato duro con invención: “Al bat Mickey Mantle, el sensacional granjero de Oklahoma, quien luce sobre su cuello la medalla que le regalara el presidente Eisenhower el 24 de octubre de 1951, cuando Mickey bateó tres jonrones en el Comiskey Park contra tres pitchers: Jones, Wylford y Payn”. Pero no solo hizo pirotecnia verbal; también creó frases que devinieron en aforismos beisboleros: “Los récords son profetas que miran hacia atrás”; “el batazo de jonrón vacía las bases y llena los estadios”.

Pero no era solo el “Mago” Septién, estaban otros tantos cronistas brillantes que convertían a la Radio no en un medio como ahora absurdamente se insiste en describir, sino en un fin en sí misma, un poema que encierra ejercicios de imaginación, dicción, conceptos e información. Estaban otros como Oscar “El Rápido” Esquivel, Enrique Llanes, Pepe Alameda, Fernando Marcos, Sony Alarcón, quienes comprendieron perfectamente la importancia de un mundo que inventaban y construían. Recuerdo las manos de mi Mamá cuando me retiraba mi pequeño radio, me decía “te vas a dar un toque”, porque desde niño soy muy propenso a sudar en exceso y todos los días terminaba dormido, con mi radio prendido, pegado a la oreja.

Se han escrito varias columnas en tributo y como homenaje a  Don Pedro Septién y una de ellas pregunta: ¿Cuál fue el secreto del “Mago”: “En primer lugar tienes que llevar bien tu ritmo, no hay partido malo, porque si el partido está flojo entonces empiezas a platicar anécdotas; (esto) se está perdiendo en la actualidad, porque los narradores y comentaristas nada más informan lo que pasa en la cancha, y el chiste no es ése: además de informar hay que instruir, hay que ayudar a llenar el parque y hay que hacer afición”.


Hoy que la tristeza me abraza y que busco una asidera donde fijarme al mundo que escapa sin remedio, decir que así es la vida, o que la muerte es la certeza de vivir, resultan insuficientes,  no siento que me ayuden la filosofía ni la literatura. Prefiero recurrir a los recuerdos para sanar un poco la añoranza de quien se afanaba por hacerme aprender, estudiar, saber, competir, soñar, ser… Al lado de mi Madre aprendí a leer, a cantar, a tocar el piano, a escribir, a no tener errores, aprender el idioma inglés, a no tener errores, porque su perfeccionismo delicioso fue causa de que desde niño, allí se gestaran mis virtudes y por supuesto que mis defectos más graves.

En una síntesis, hay una frase que me escribió mi Mamá en  una ocasión, cuando ya me había declarado independiente y vivía y hacia mi propia vida: me envió una carta y en ella un pequeño papel que decía “Hagas lo que hagas, hazlo con toda el Alma”

Me aficioné tanto a sus consejos que hasta ahora, en estos momentos, comienzo a entender muchos de ellos.




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