martes, 7 de febrero de 2012

HISTORIA DE LAS LIBRERÍAS

(Primera parte)
De la revista Algarabía No.89, reproduzco la “Revisión Histórica de las librerías defeñas” de Diego Flores Magón, en dos entregas, para comparar con las librerías en el estado de México y en especial en el Sur del estado.
Para conseguir un libro en México durante el siglo XVI, había que emprender una travesía transatlántica o buscar qué traía algún mercader recién llegado de Europa; aunque no había en la ciudad un establecimiento fijo donde buscarlos, si existían quienes se dedicaban a transportarlos. Tal era el caso del alemán Juan Cromberger, quien consiguió un permiso exclusivo de la Corona para vender libros en la Nueva España. Estos pasaban de mano en mano, y cada vez que llegaba un cajón de libros al puerto de Veracruz, la Inquisición, con una lista de títulos prohibidos –sobre todo literatura asociada con la Reforma protestante- revisaba las coincidencias. Así los prohibidos llegaban a la ciudad por contrabando, metidos en barriles o entre la ropa, y con títulos modificados en la carátula.
Libreria en Tejupilco
PRIMERAS LIBRERIAS: Los primeros establecimientos fijos para venta de libros aparecieron como extensión del taller de los impresores. Se tiene documentado que, en 1541, Andrés Martín tenía un local dedicado a la venta de libros en la calle Academia… Del siglo XVII se sabe de los talleres y tiendas de Diego Garrido, en Tacuba, Francisco Salvago, en Santo Domingo; Bernardo Calderón en San Agustín (hoy Rep. Uruguay). Durante el siglo XVII aparecieron las primeras librerías –ya bajo ese nombre-, como la de don Manuel Cueto, en la calle de San Francisco (hoy Madero), la Librería del Arquillo (hoy 5 de Mayo) … Por los sujetos que tienen alguna librería pública en esta ciudad, se sabe que, para 1768, había en la capital novohispana quince librerías de la Inquisición; sin embargo, en aquella ciudad de México, los libros podían encontrarse también en vinaterías, El Parían, azucararías, cajones de ropa vieja, relojerías, cochinerías, pues entraban al virreinato como artículos comerciales y se distribuyan al azar por las tiendas de la ciudad… También se compraban libros de manera casual en portales de conventos, y los favoritos eran devocionarios, vidas de santos, rezos y oraciones.
Estos hábitos perduraron durante el siglo XIX… Las Librerías mientras tanto, como locales dedicados principalmente a la venta de libros se consolidaron… estas tenían aun funciones desconcertantes: en un establecimiento como estos se podían comprar libros, pero también dejar muebles en consignación, además de que servían extrañamente como depósitos de objetos perdidos. Si uno recibía, por ejemplo, una carta dirigida a alguien más, era normal acudir a una de estas librerías para que ahí la recogiera su destinatario legal. A las librerías de esta época uno iba a conocer el precio de ciertos productos, como la canela.
LAAS LIBRERIAS MODERNAS. En la segunda parte del siglo XIX apareció la librería moderna. En el portal de los Mercaderes estaba la del Sr. Galván Rivera que se hizo célebre por sus tertulias; dando la vuelta por el Portal de los Agustinos (hoy 16 de septiembre- estaba la “colmada alacena de libros” de Antonio Torres. En ella, recuerda Guillermo Prieto, “en calculado desorden había catecismos y pizarrines, gramáticas… tablas de multiplicar, estampas de santos, cuentos y romances… ordinarios de la misa, en la mejor compañía de periódicos acabados de imprimir y folletos de ruidosa actualidad”
Estas librerías invitaban a la tertulia, y también ofrecían libros viejos. En el Portal de los Agustinos se encontraba la Librería Andrade, frecuentada por Lucas Alaman… En el Portal del Águila de Oro, donde hoy esta la Casa Boker, estaban la Antigua Librería Murguía, que sigue ahí desde 1845 y la Librería de Galván… que publica desde 1826 su calendario. En la primera mitad del siglo XX, las librerías siguieron estableciéndose en el centro de la ciudad y consolidaron la tradición del librero que también era impresor. El caso ejemplar es Porrúa, que llego en 1910 a las calles de Relox y Donceles (ahora Justo Sierra y Argentina) y que desde 1914 edito las cien mejores poesías líricas mexicanas. La Robredo, que se desprendió de Porrúa, se encargaba de conseguir “obras agotadas y raras”… justo donde en 1978 apareció la Coyolxauhqui. Aquí eran famosas las tertulias a las que asistían  Luis González Obregón y Artemio del Valle Arizpe
La Librería General en 16 de septiembre… es otro sitio que sirvió de tertulia… y Biblos, en Bolívar 22 era frecuentada por Ramón López Velarde… Entre sus muros, José Clemente Orozco exhibió por primera vez. Cultura de Julio Torri, es otro ejemplo de librería, imprenta y centro de congregación literaria… En el Mercado de El Volador, que estuvo hasta los años 30 donde ahora se encuentra la Suprema Corte de Justicia, había puestos legendarios de libros viejos, como la Librería de Cesar Cicerón... la de Don Juanito; y el Murciélago de Felipe Teixidor. El puesto de Jesús Estanislao Medina Sanvicente, ubicado en El Volador, se mudo a la calle de Academia en 1928, y ahí sigue…

No hay comentarios:

Publicar un comentario