domingo, 8 de julio de 2012

EL MUNDO GAY Y EL INTERNET


Con base en dos artículos firmados por Hugo Vargas y otro de Manuel López Michelone, reproduzco, en su centésimo aniversario, un importante reconocimiento de uno de los más notables y polifacéticos científicos del siglo XX, el inglés Alan Turing, cuyo trabajo posibilitó, entre muchas otras cosas, la creación de las computadoras y de la red electrónica internacional que llamamos Internet.
Alan Turing, además de genio, era un excéntrico. Vestía arrugados trajes y se mordía las uñas, balbuceando cosas ininteligibles, para luego caer en largos silencios. Cabe señalar que, en caso de vivir aún, Turing, no leería los homenajes en diarios y revistas. El padre de la computación y la inteligencia artificial no consumía noticias. Sus gustos eran más, originales, rebuscados: tejía sus propios guantes, usaba su pijama debajo del traje, encadenaba su taza de café al radiador por miedo de que se la robaran. Dormía poco, rara vez hacía contacto visual con su interlocutor y corriendo, atravesaba la ciudad mientras mentalmente elaboraba complicadas fórmulas matemáticas.
Los historiadores de la informática ahora lo olvidan, pero nuestro mundo informático que deseamos y acariciamos con los dedos, nació de una tragedia gay: Turing comenzó sus primeras investigaciones sobre inteligencia artificial catapultado por el dolor que le provocó la muerte abrupta de su primer amor idílico, en 1930. El sueño de revivir la mente de su compañero fuera de la materialidad humana guió sus pensamientos. En un tiempo en el que la homosexualidad era ilegal en Inglaterra y donde seguía intacta la ley que había condenado a 50 años de prisión a Oscar Wilde, la homofobia volvió a Turing un ser tímido y solitario. Confiaba más en las máquinas que en los seres humanos. Como uno de los primeros hackers, Turing concibió lo que luego se conocería como software y escribió el primer programa de ajedrez en una época en que las computadoras no eran cosas, sino personas encargadas de repetir cálculos hasta el cansancio
Matemático, criptógrafo, filósofo, pionero de la computación, Alan Mathison Turing nació el 23 de junio de 1912 en Londres. Hizo una carrera universitaria brillante y en 1936 publicó un ensayo en el que revisa las tesis respecto a la computación y propone soluciones más simples conocidas como la Máquina de Turing, un dispositivo teórico que podía desarrollar cualquier problema matemático representado por un algoritmo. Desempeñó un papel determinante en el diseño de la máquina con que los ingleses descifraban los mensajes de otra máquina, que los nazis utilizaban para codificar sus mensajes. Esto permitió a los buques aliados eludir a los submarinos alemanes y que los generales y políticos se comunicaran entre sí con confianza.
Turing quería “construir un cerebro”, simular su funcionamiento, para explorar la capacidad de las máquinas y entender la esencia del pensamiento y la inteligencia, pues para él la construcción de las computadoras no era sólo un problema de ingeniería, sino también de terminología. Turing aportó una de las ideas cruciales del siglo XX: que los símbolos que representan instrucciones no son diferentes de los símbolos que representan números”.
Entusiasta del ajedrez, jugaba por diversión y porque era una de las pocas cosas que podía hacer a la luz pública. Pero también porque el ajedrez era ideal para elaborar ideas, analizar problemas, explorar los campos de la lógica y las matemáticas, y experimentar con instrucciones para mecanizar procesos que permitieran a la máquina incluso tomar decisiones. No es extraño, entonces, que en sus inicios la investigación sobre inteligencia artificial tuviera en el ajedrez un campo de pruebas privilegiado.
Turing había viajado a los Estados Unidos durante la guerra para ayudar en la construcción de los sistemas de inteligencia norteamericanos. Ahí conoció al equipo de Von Neumann, para quien el ajedrez era uno de los juegos “de información perfecta”, en el que ningún elemento está oculto y las posibles variables son conocidas por los jugadores; estos juegos poseen una lógica y una estrategia puras, “ideales” que, en teoría… se podría construir una máquina que jugara la partida perfecta. El juego se podría representar como una larga ecuación matemática, el tablero podría ser un mapa, a las piezas se le podrían asignar valores relativos de acuerdo con el objetivo final, y sus movimientos se podrían registrar y evaluar. Pero, al igual que en la leyenda sobre el origen del ajedrez y la petición de los granos de trigo del súbdito al rey (un grano de trigo por el primer escaque, dos por el segundo, cuatro por el tercero…) cuando no había cosecha de trigo que alcanzara para cubrir el precio (se necesitaría un cubo de 60 x 60 metros de aquí a la luna para almacenar el pedido del inventor), la necesidad de cálculo ajedrecistico era colosal: con una media de unas 35 opciones por turno en el medio juego, y las subsiguientes 35 respuestas, la progresión geométrica era aplastante. Con sólo anticipar dos movimientos, la computadora tendría que evaluar 35 x 35 x 35, 1,500,625 posiciones. Tres movimientos requerían el análisis de 1,838,265,625 posiciones posibles y más de 2,251 millones de posiciones si se anticipaban cuatro movimientos (más o menos lo que hace un jugador de nivel medio).
En 1948, junto con su colega David Champernowe, empiezan a diseñar un programa de ajedrez, Turochamp (un juego con los apellidos de sus creadores). Pese a lo rudimentario de su nivel, en ese momento no existía el hardware necesario para ejecutar el programa, aquí se reproduce una partida histórica: la primera entre una máquina y un ser humano, celebrado en Manchester, en 1952.
Blancas: Turochamp/Alan Turing;  Negras: Alick Glennie
1.e4 e5 2.Cc3 Cf6 3.d4 Ab4 4.Cf3 d6 5.Ad2 Cc6 6.d5 Cd4 7.h4 Ag4 8.a4 Cxf3+ 9.gxf3 Ah5 10.Ab5+ c6 11.dxc6 O-O 12.cxb7 Tb8 13.Aa6 Da5 14.De2 Cd7 15.Tg1 Cc5 16.Tg5 Ag6 17.Ab5 Cxb7 18.O-O-O Cc5 19.Ac6 Tfc8 20.Ad5 Axc3 21.Axc3 Dxa4 22.Rd2 Ce6 23.Tg4 Cd4 24.Dd3 Cb5 25.Ab3 Da6 26.Ac4 Ah5 27.Tg3 Da4 28.Axb5 Dxb5  29.Dxd6?? (diagrama) 29… Td8 0-1
El 8 de junio de 1954 el ama de llaves encontró el cadáver de Turing en su cama. En la mesa de noche había una manzana mordida. En los exámenes de la fruta se encontraron rastros de cianuro. Ni su madre ni muchos de sus colegas y amigos creyeron en la teoría del suicidio. Estos decían que tenía muchos planes para el futuro. Por supuesto, existe la teoría del asesinato basada en el contexto de la guerra fría, el macarthismo –para el que luego de los comunistas, los homosexuales eran el mayor peligro para la civilización occidental– y en el temor de los servicios secretos británicos de que la homosexualidad de Turing lo hiciera blanco de chantajes o amenazas. Condenado a la castración química,  por descubrir su homosexualidad y no arrepentirse, Turing se volvió además de impotente, obeso.
La manzana mordida ha dado lugar a otras especulaciones. Hay quien dice que Turing utilizó un símbolo bíblico para reprochar el conservadurismo de la sociedad inglesa. Y, pese a las negativas de Apple, se cree que la compañía se inspiró en la muerte de Turing para diseñar su logotipo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario