jueves, 19 de julio de 2012

LOS MISERABLES

Nunca antes había pensado tanto como ahora, en la inmortal obra de Víctor Hugo. Publicada en 1862, en el año de la épica derrota de los ejércitos franceses, a manos de los mexicanos comandados por nuestro General Zaragoza, Los Miserables es el teatro donde los jóvenes Cossete, Marius, Gavroche, viven y mueren en medio de la fatalidad, de la escoria de la sociedad, de las leyes, del monopolio de la violencia, de la represión, el espionaje y la obsesión persecutoria, racista, clasista. Tiempos de restauración en Francia y caída de la Segunda Republica Francesa.
Lo recordé el domingo y así lo expuse a los jóvenes del #132 Tejupilco. Intenté hacer un llamado de alerta, por los tiempos que se vienen encima, de la restauración del PRI, del regreso de la Dictadura “perfecta” y del imperio del crimen y de la violencia como medio de gobierno.  Me exalte al ver que no alcanzan a comprender, -son muy jóvenes aún- que el PRI mata, que el PRI es un ejercito, que los Miserables mexicanos ya están en sus lugares: los Thenardier son en cada pueblo, región, ciudad o estado los que “mandan”, la gente de “bien”, la “mafia”. Por su parte, los Javert, en los mismos lugares, son quienes cuidan y deciden sobre la vida y la muertede los jóvenes Gavroches, nuestros queridos #132, que entre risas y juegos no dudan en salir a protestar, en correr tras una munición y en perder la vida por un ideal.
 
 “Nuestras vidas son los ríos 
Que van a dar en la mar,
Que es el morir;”
(Jorge Manrique)   
 
"Tengo miedo al reposo, aborrezco el descanso...

Me acobarda la noche.

Porque entonces mi vida se yergue en un reproche,

Me mira gravemente y me muestra después

El fantasma tremendo, la terrible vejez... “

 

Este verso lo escribía Carlos Fuentes Boettiger, tío del poeta, que al igual que Carlos Fuentes Lemus, su hijo, no llegaron a dejarse apoderar por el fantasma de la terrible vejez, porque murieron muy jóvenes. Hoy que 3 de cada 4 muertes relacionadas con la guerra en contra del narcotráfico, corresponden a jóvenes y que México desfallece como Fantina, la pobre mujer acusada de vicio por su sacrificio, las existencias de los Enjolras, los lideres de los movimientos civiles de resistencia, están en gravísimo riesgo.

Carlos Fuentes nunca se repuso de la muerte de dos de sus hijos Carlos y Natasha. No obstante, deja un testimonio que empezaba con una frase del catalán gay Terenci Moix “Morir joven es una cabronada”. Sentimos la obligación espontánea, feliz, de hacer por el muerto lo que él ya no pudo hacer. Pero esta experiencia vicaria no basta. Hay que llegar a saber que los hijos, vivos o muertos, felices o desgraciados, activos o pasivos, tienen lo que el padre no tiene. Son más que el padre y más que ellos mismos. Son nuestro compás de espera. Y nos imponen la cortesía paterna de ser invisibles para nunca disminuir el honor de la criatura, la responsabilidad del hijo que necesita creer en su propia libertad, saberse la fragua de su propio destino. Nuestros hijos son los fantasmas de nuestra descendencia. Y el hijo, dijo maravillosamente Wordsworth, es el padre del hombre”

Es por eso que en tiempos de Miseria, solo la Virtud y la Política son los laberintos que hay que descifrar, para salvar el estado de fatalidad, que ha convertido a nuestro México, en un país de “soplones”, un edén de Miserables. Es hora de voltear y aguzar las orejas, detener el tiempo y ver tras las sombras. Allí estan personas humanas como el Obispo de Digne, que con un solo gesto de bien, le devuelve el espíritu extraviado a Jean Valjean

Es tiempo de creer que el bien se impone al mal… ¡Siempre!. Que la verdad se apura sobre la falsedad coronada de repeticiones. Que la virtud solo existe en el ejercicio diario y que la templanza, liberalidad, valentía, honor, prudencia, discreción, alegría, generosidad, honradez, frugalidad, las bellas artes, el cultivo de los sentidos más divinos y la distancia de los placeres bestiales, son el camino a la felicidad. ¡El único!

Que la corrupción, el miedo, la ansiedad, la cobardía, el vicio, la intemperancia ante los placeres corporales, el frenesí, el lujo, los excesos, la holgazanería, la dejadez y la ignorancia, son la ruta suicida generacional. Es el desprecio mayor, confusión de historias, mar de dudas, son borrachera sin fin, “orgasmiedos” incesantes.

Jean Valjean es ejemplo mayor al de otros personajes de la literatura, como el Gladiador, -Maximus Decimus Meridius- leal y valiente, entregado al amor a su familia, tanto como al servicio al estado y al Emperador. En  cambio, Jean Valjean personifica en Los Miserables al hombre de bien que hace el bien, siempre con la vista y referencia puesta en el bien mayor, el de la comunidad, de la Republica Francesa, amenazada en el mediodía del siglo decimonónico, por el retorno de los Borbones, ante lo pusilánime de Napoleón III.

El amor de Marius y Cossete, al final de la mejor obra del romanticismo francés, hace que Los Miserables, sea una lectura obligada,  un tributo a todos los Jean Valjean que en la hora nacional, redimimos los caminos, porque a veces uno se equivoca por necesidad, pero la vida brinda siempre oportunidades de retornar y revivir y hacer que otr@s  lleguen a ser y hacer todo, otra vez, en cambio…

 



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